Dícese que el pensamiento tenia
en sus primeros días de existencia un aroma más suave y delicado que su hermana
la violeta. Crecía en los campos entre el trigo, y era muy buscado a causa de
sus bellos colores y exquisita fragancia; esto era causa de que los trigos
quedasen estropeados por los que iban en busca de tan bella y delicada flor.
No era, pues, raro que a la época
de la cosecha, escasease el grano. Afligía esto profundamente a la flor, y un
día de primavera rogó a la Divina Trinidad la privase de su suave perfume, pues
no quería que por culpa suya se perdiese el fruto de las cosechas. Fue oída su
plegaria: perdió la flor su aroma, y desde entonces las bellas campesinas
francesas la llaman planta de la Trinidad o trinitaria.
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